13.10.14

No sos vos. Tu boca se abre en un grito desgarrante, te perdés en la marea de intenciones ausentes y veo a tu cuerpo lanzándose a la ira con una esperanza suicida, esa misma de quien sabe que no está sola. Sabés que todo esto no corresponde. Ni bien empezas a perderte en el maremoto de voces roncas te alejas del camino de regreso a casa. No hay vuelta atrás. Te paralizas un segundo, se te eriza el cuero. No hay vuelta atrás. Tus ojos dejan de ser tuyos inmediatamente se te contraen los lagrimales. Tus brazos dejan de ser tuyos y se vuelven los brazos de todas. Tu garganta no es más que un parlante de la voces ausentes, de las voces sin cuerdas, de las voces con hambre, de la voces de ellas. Mudas en el fondo del cuarto de atrás, mudas en la camilla ensangrentada de un hospital, mudas en las clínicas clandestinas para abortar, mudas en las manos de un violador oficial, mudas mirándote desde la vereda viéndote pasar. En ese momento el tiempo se paraliza. Pasan miles de años en un segundo por tu risa. Tu risa envuelve todo lo que implica la venganza. Sos venganza de pueblo embarrado, sos venganza de brazo quebrado, sos venganza de grito callado. Miras al frente con el paso constante de quien entiende la lucha. Tus pies pisan un suelo distinto. El mundo ya no es el mismo. La tierra ya no es negra, es roja, teñida de sangre y cuerpos. Tus huesos son ramas de un árbol genealógico de esperanza. Que no para, que no descansa. No sos vos, dejaste de serlo en el momento donde todo lo que debías ser lo asesinaste con un aullido agudo en medio del derrumbe de tu historia. Lo sabés, y sin embargo, una sonrisa enferma, de locura  y éxtasis ideológico te invade la cara. La felicidad de saberte reencarnación vengativa de un intento de cambio. Cada paso te alejó del camino a casa. Bienvenida.

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