27.1.10

Ahora
Que somo yo
Y mis decenas de soledades
Ahí estás

Un cigarrillo en la mano
Tu mirada en la otra
Con un silencio tan inmundo
Ahí estás

Costumbre
La de presentarte
Cual salvación suicida
En mi nostalgia

Tan puntual
E indecente


Ahí estás.

24.1.10

Si pudiese mirarte
En un dia de invierno
Desearte un abrazo
Y que me lo dieras.

Entonces se volvería el fuego
Inútil
Y despues,
Vendría el tiempo.

Ni odio, ni locura
Lastimosa cordura
A pesar de nuestra realidad
Entre marionetas y antifaz

Que me absorbas el humor
Dejándome inerte
Suspirando un siempre
Ficticio e hiriente

Polifónicas
Con colores en los dedos
Sin siquiera abrir los parpados
Saboreando el almíbar

Si pudiera mirarte
A pesar del silencio
Desearte con eternos
Desenterrando los recuerdos

Entonces volvería el miedo
Inútil
Y después,
El tiempo



19.1.10

Culpa de la media luz
De los libros
Con chocolate
Fetiches del alma

Culpa del humo
Escapandote de la boca
Con los labios semi abiertos
Incitándome al beso

Seguramente también la música
Con su ritmo lento
Acompañante del tequila
Con sabor a miel

Culpables las letras
Suaves como siempre
Escabulléndose en la contraluz
Amanecer

Culpable tu esencia
Del silencio
Murmurando en tus ojos
Esa vez en que te amé.




5.1.10

La hoja en blanco amenazante. Llena de todas mis frustraciones, dueña de mis miedos y pesadillas. Intensa como las mejores comidas, vinos y mujeres. Igual de dolorosa como las últimas.
La quiero corromper. Pervertirla con la seducción oscura de la lapicera, que se entregue. Pero no, esa hoja en blanco me desafía con su pureza tan bien llevada.
Es la que se convertirá en el amor de mi vida dos segundo después de curtirla con las volteretas de tinta, y el peor error cinco minutos más tarde. Sintiéndome sucia por tocarla así, sacarla de su elegante blancura.
Una tortura la hoja en blanco, una dulce y retorcida tortura. Compro docenas de ellas anilladas para someterlas a la violación total de su inocencia. A veces con dos frases insignificantes, otras con un rayos de tinta sólo para quitarle su arrogancia.
Horas la contemplo hasta frustrarme por completo.
Paso a encariñarme, adorarla. Sentir que para penetrarla es necesario un diseño valioso. Merece corromperse con una mano agíl y estilizada. Con frases acidas que perduren más allá de su propia vida. Merece Cortázar, Borges, Bendetti, Sarte y Sabato. Me recibe a mi que no la merezco. Pienso cómo comenzar el tacto, el primer acercamiento y siempre resulto torpe. Me detengo y la miro con amor/odio. Vuelvo a descreer de mis palabras. Poco certeras, poco rimbombantes. Tan no a su altura.
Así empieza este odio/amor con aquel amor/odio y su superioridad y mi bajeza.
Entonces la rayo por bronca. La mato, la violo, la humillo, la corrompo con violencia inútil y perversa. Ella me mira fijo y bella. Nefastamente digna.

La hoja en blanco lo es todo. Pero lo único que quiero es destruirla.