29.7.10

La solución

Para qué negar el grado de locura, estaba ahí, claro y presente si uno se paraba a escucharla. Eso si, de todas las insanidades posibles, la de ella era de lo más particular y agradable. Si vamos a estar locos, qué mejor que locos lindos, locos utópicos, con una meta definitiva. Si lo encontraba, si lo llegaba a encontrar. Seguro que lo iba a terminar encontrando, tal vez es porque me termino convenciendo, o contagiando, depende de quién lo mire.

La idea se le había metido hace algún tiempo, una noche de invierno de esas que el acolchado es inútil porque calienta más el fuego de la mente. Era una piba sabía, de esas que tienen más libros en la cabeza que los supuestos intelectuales de la tele. Había leído bastante, había discutido, con pipa y habanos, un poco de whisky, toda la movida. De esas había hecho todas, desde las mesas donde uno escucha porque se siente idiota, hasta los cafés que le pagaban para que siguiese hablando. Si, era muy inteligente y formada, podría discutirle a Marx si se levantara de la tumba, o a cualquiera de esos, el que quieras nombrar. Seguro que si ella pudiese elegir, se tomaría su tiempo, para ver cuál de todos le podía dar pelea. Aunque no lo creas, universitaria sin titulo, le aburrían las clases.

Esa noche, andá a saber qué ecuación fue la primera, ni intentes imaginar la última. Pero le resultó lo más lógico. Quien diría, para algunos, se le habrán mezclado un par de cables. A veces tanto conocimiento te puede joder la cabeza. Yo, más bien, creo que ella sabía algo, de esas cosas que a nosotros nos faltan años para empezar a entender. Desde hace mucho que le daba vueltas a la idea de cómo cambiar el mundo. Si, si, el mundo, no es un decir, ella estaba pensando cambiar el mundo. No una cosita o dos, o un país o una región. Ella quería el mundo, cambiarlo, no dominarlo, sino cambiarlo. ¿raro, no? Pero con esa idea empezó todo, hace mucho, mucho tiempo. Más del que te imaginas. Primero había disecado y enlistado todos los problemas que le veía al sistema, a la gente, al movimiento de masas. Después se puso a investigar las soluciones que, otros, le habían encontrado. El comunismo, el socialismo, los sistemas de solidaridad, el hombre nuevo, el viejo, los movimientos sociales pueblerino. Había investigado en detalles las sociedades que parecían funcionar mal, las que funcionaban bien. Los problemas del primer y del tercer mundo. ¿Dónde había empezado todo? Había calculado las posibles consecuencias del cambio de sistema, qué cambiarían después. El feminismo, el peronismo, las tribus urbanas, el colonialismo cultural y el otro. También los pueblos originarios, las contradicciones del sistema, de este y otros. Le había dado vueltas, lo había discutido. Esa noche, lo que pasó es que entendió la solución.

Así que de ahí en más se puso a apretar cada circulito, cada cuadradito que le pareciera inusual, e incluso los usuales, los comunes y corrientes. Ella, estaba y está convencida de que tiene que estar en algún lado, pero que todavía nadie lo apretó, que nadie se puso a buscarlo. Por ende anda, por todos lados, mirando, como si estuviese perdida, pero con la mente bien fría y ocupada. Ella va por ahí en busca del botón de reset.

27.7.10

La montaña

Estaba sola, como solía estar en invierno, en verano, en las primaveras y en los otoños. Tenía el frío en la piel, un poco metido en los huesos. Estaba emponchada, con lanas gruesas de pueblos bonaerenses. No era, para nada, un invierno aspero, a decir verdad la calidez de la costumbre solía entregarle el fuego que muchas veces le faltaba. Miró atrás, sin retorcer el cuello, habían pasado varios años enterrada. En montañas de tierra negra que ella misma había logrado tomar, con su propias manos, hasta que se le llenaran las uñas, de una capa fina y penetrante, de una suciedad propia y buscada. Tranquila, sin apuro, tardó mucho en taparse hasta el cuello. Lo había logrado, el primer día que notó toda esa carga de protección, sonrió. Al fin, lograba sentirse conforme con su propia existencia. Había logrado hundirse en ella. Nadie, ni siquiera su propio ser, sería capaz de desenterrarla, pensó.

Tal vez, si alguien hubiese intentando, tal vez. No era una cuestión de esfuerzo, ni fuerza, sino de maña, como diría las viejas. Una simple cuestión de insistencia, de imponerse frente a esa montaña húmeda. Pero quién podría ver los ojos verdes detrás de toda esa inundación negra. Quién fuese capaz de ver más allá. Sin duda habría que tener una fe que no se concibe por estos días en el mundo. No era tanto empezar a sacar tierra el problema, más de una se hubiese enchastrado las manos por la simple intriga. Lo que mataba era la sensación de inutilidad, por cada grano de tierra que se lograba despegar de la montaña, parecían caer toneladas sobre uno mismo. El miedo, atroz de terminar en una fosa común cerca de ella, dominaba a cualquiera. El silencio, también, era otro de los temores, muchas preguntaron si quería ayuda, si estaba viva, si respiraba, y las respuestas eran como cartas perdidas. De vez en cuando se encontraban poemas tirados cerca, que comentaban de su triste y cómoda soledad.

Hay quienes aseguraban que ella estaba muerta. Otros, de esos liberales, juraban que ella estaba feliz. Todos opinaban sobre la mujer bajo la montaña, todos menos ella. Ella había preferido ahogarse, en un silencio tal, que despellejaba gargantas.

Con el tiempo, la montaña pasó a formar parte del paisaje del mundo, como tantas otras, se le dio un nombre, se le impuso un sentido y se llenó de hablas extranjeras. De comidas autóctonas, de olores folclóricos, de flashes de cámaras. Con el tiempo la mujer se convirtió en mito, el mito en cuento, el cuento en susurro, el susurro en olvido. Como tantos otros. Se dice aún que ella sigue ahí, tal vez esperando a quién la saque, tal vez esperando por salir. Tal vez ya sin aire, fría y huesuda. Esa posibilidad se descarta rápidamente, cuando cada tanto un poemas se escabulle sucio y húmedo de entre las piedras. Algún que otro apasionado se pone a escarbar. Locos, les dicen los del pueblo. Yo, tal vez, seré uno de esos.

24.7.10

Resto
Sumo
y quedo en menos

Divido
Multiplico
Quedo igual

Ganando nunca
Cosa de mandinga
Esto de que no importe

Rompo el papelito
Tiro tres palabras al aire
Propongo un trato
Me trago el complejo

Sigo y sigo
Entre un silencio
Siete secretos
Y unas veinte mentiras

Lisas
Llanas
Que nos dejen vivir.

¿Para qué
Romper este ruido
Que tiene tanto sabor
A primera vez?


15.7.10


Mil manos hechas un nudo
Mil banderas esperando histéricas
Mil gritos
Mil brazos
Mil dientes destapados

Una sola alegría.

Entonces fui feliz...




11.7.10

Mirame
De cerca
De lejos
Odiame

No quiero a tu Dios
Ni al que me quema
En una hoguera
Ni al que me encierra
En el loquero

Soy esto
Esto que peca
Esto que enferma
Esto que salió mal

Soy aquella
Que te demuestra
Que tu dios
También se equivoca

Soy sangre
Soy vida
Soy vino
Alegría

Soy el espejo
Que tapás
El mundo ajeno
Que no querés ver

Soy tu puta
Soy tu madre
Soy tu amante
Soy tu hija

No pretendo tu cielo
Ni tu edén
No quiero tu infierno
O tu reencarnación

Para vos
Hay un mañana
Para mi
Hay un hoy