13.8.14

Nada de lo que era va a volver a ser. Nada. Ni mi intuición homicida, ni la fortaleza de hierro, ni el cuero duro, ni la mirada intrépida, ni la decepción, ni la vuelta a casa. La ciudad es enorme cada vez que me voy, y mi aliento asfixia la ventanilla del taxi. La ciudad es enorme, son miles de cuadras y personas de distancia. La ciudad es enorme. Tu boca tiene sabor a libertad. Esa boca que me pasas por todo el cuerpo, que no deja ni un milímetro de espacio intocable. Esa boca que me mira, me seduce y me fascina, esa boca es libre. La saliva de tu boca tiene poesía, y yo, quedo solamente en silencio. No puedo más que caer en silencio. Tus piernas largas se apoyan suaves sobre las suyas. Tu torso se me recuesta en el pecho. La felicidad tiene un nombre y un horario. La felicidad existe y es palpable. Gila. La totalidad es la suma de las partes. La totalidad es infinita cuando se desliza por tu espalda. Todo el camino tiene un sentido digno de ser contado, pero no hay palabras. Quedaron en el piso donde arrastré los restos de lo que era. Todo lo que sé, ya no lo sé. Todo lo que aprendí de mí, ya no tiene sentido. No queda más que el hueso de lo que alguna vez fui. Nada de esto es mío, y al mismo tiempo es lo más propio que hice alguna vez en mi vida. Estoy desnuda, de cuerpo entero, y no tengo miedo. Las ansias me recorren las venas como si el tiempo fuese eterno, y no tengo miedo. La inmortalidad llegó para quedarse, aunque éste cúmulo de órganos, piel y sangre quede tirado en alguna esquina. No puedo morir, si ya morí mil veces derrotada antes tu cintura. Nada de lo que era va a volver a ser. No podría, aunque quisiera. No quiero, aunque pudiese.