28.8.09



Era un silencio rotundo, estruendoso, magnifico. Un acuerdo tácito de ahogar las cuerdas vocales y dejar ser al tiempo libre, tan libre como le corresponde ser al tiempo. Constante y volátil era la sensación de ausencia que se convertía en una luz suave y tibia. Con tan solo un ruido efímero, solo con el movimiento de una parte del cuerpo contra otra se hubiera roto el hechizo. La belleza contemplada era infame, ilegal, ilícita.
Quizás una más que la otra, tal vez ambas por igual, habían llegado a un estado tántrico asexuado, a una sensación de placer intenso, de un dolor tan hiriente que se derretía dulce, como chocolate amargo inmerso en sus bocas. De tanto mirarse a los ojos, de tanto perderse en los momentos, los rasgos ya no eran suyos, ya no eran aquellos rasgos que conocían, eran otros, habían formado una nueva cara, una cara mezclada entre sus dos caras, entre la realidad y la imagen conceptual que se tenían mutuamente. No eran ellas en ese momento, se habían vuelto en lo que siempre imaginaban ser, en lo que no podrían ser nunca, ni siquiera en ese mismo momento.
Una sensación de amor eterno les invadió el cuerpo, un amor irreal que las abrazaba por la cintura, las acercaba y las amaba a ambas. Un amor casi tan intenso como el del abrazo materno, la clase de amor en la que uno se siente vivo y muerto, exacerbado y vulnerable. Puro, tan puro como la tierra negra y fértil.
La angustian las envolvió, las ato entre sus manos, saber que ese segundo terminaría en pocos instantes, bastaba solo con un desplazamiento sutil para romper la impresión de pertenencia y bienestar.

-Te quiero.- Dijo ella con una mueca de ternura.


Con eso alcanzó. En el silencio le hubiese dando la vida entera.

17.8.09


Esperando el diluvio
La tormenta
El destape
La vehemencia

Entonces mi sombra
La única compañía
Me mira con sus ojos negros
Asesina el último intento

La noche
El día
La tarde
El delirio
Eterno y recíproco

Si no estuvieses dando vueltas
Circulos infinitos
Resortes que se elevan
Caen
Figuras innombrables

Golpea la ventana
Viento maldito
Susurra el nombre
El nombre

El recuerdo
El segundo
La mirada
El delirio
Eterno y recíproco


Sigue sin llover.

7.8.09


Aunque no te vea.


Te miro.

Con los ojos cerrados,
Sin que vos me veas.
Es solo un invento.
No vale la pena.

Te miro.

El silencio arde.
Se apagaron las velas,
Ahora que es tarde,
Seguro por ingenua.


Las pupilas se abren
Amenazan,
Me tientan.

La esperanza no invade.
La pregunta perfecta.

Te miro.

Quedé entre sombras.
Aunque pierda el tiempo.
Todo queda en destino.

Siempre la sutileza se vuelve asesino.

Sin que vos no me veas,
Te miro,
Aunque no te vea.



3.8.09





La arremetió con fuerza esa sensación de ausencia que ya había sentido alguna vez. Volvió a mirar al lado y el vacío la envolvió completa, se sintió débil, desnuda e ingenua. Lo solitario del mundo le increpo el alma, las entrañas, el hígado, el vaso, los pulmones; empezó a respirar agitada. Estaba paralizada, inquieta e inmóvil. Distante de todo, inclusive de ella misma. No entendía que era lo que sentía extrañar, pero era tan importante para ella como el aire mismo que le costaba entrar en su cuerpo.
La habitación estaba completamente iluminada de par en par, la luz radiante de la lampara del comedor penetraba profunda en cada rincón de la casa. La gente seguía hablando, gritaba y aullaba a su alrededor, golpeaban con fuerza los cubiertos contra el plato y las manos contra la mesa, reían y reían de algún chiste que ella había obviado. Nadie parecía notar su autismo, no era un fantasma, todo el mundo la notaba, la incluían y ella contestaba inmediatamente como si estuviese en piloto automático, sus respuestas eran chistosas, irónicas e incipientes como de costumbre. Pero algo inherente a ella la carcomía por dentro, la dominaba y la llamaba. Sentía con fuerza que una presencia omnipresente la había abandonado. Sintió un fin inminente tocándole la espalda, en la nuca un escalofrío tal que la hizo temblar. Esta vez era diferente a las otras, era más fuerte, mas propio, más interno y terrorífico. Esta vez, quizás, era la definitiva.
Casi sin querer aquel nombre le volvió a la mente, su sonrisa y sus formas, imagenes eternas la inundaron, se dibujó en la pared con un trazo sutil su silueta. Respiró profundamente e imaginó su sonrisa clavabandose en los ojos. El aire perdió aquel espesor que no la dejaba inhalar. Quedó inmóvil nuevamente, pero llena de calma. Recordó eso que casi había olvidado.

Era lindo simplemente saberla en el mundo.