10.10.09


Dos segundos impetuosos de irrelevante respeto, mil miradas se cruzan contando un secreto. Conciente de la noche y el estruendo cae el trueno, sin siquiera pensarlo explota el incendio. La gente vibra y se divierte, esa caras ajenas, propias como la misma sangre, el paisaje perfecto de este mestizaje. En el cielo estrellado las banderas se agitan, solo quedó un decreto y es el de la alegría. Me extienden sus brazos y a su danzan me invitan, saltamos, gritamos, hoy es eterna la vida.
Unos pibes al fondo incrédulos de su suerte, de ser parte de la historia, solos y emocionados se mueven. Se empapan de nada y se llena de simpleza, levantan las manos y gritan sus certezas. Las manos al aire, la mente en las nubes, la victoriosa conquista se trepa a los hombros. Miran al cielo le rezan al Santo, a cualquiera de ellos, esto es un milagro.


¿Qué más puede pedir uno, cuando nació en el barro?
¿Qué más que el sentimiento eterno e inamovible de que se puede generar un cambio?
¿Qué más que la libertad corriendo por las venas?
¿Qué más que la realidad cambiando su condena?





Quizás sea pedir mucho extenderte los brazos y festejar con vos este imposible retazo.
Tendré que conformarme con estrecharte la mano a mil metros de distancia como si fuésemos extraños.

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